No es ablación, es mutilación
Waris
Dirie. Flor del desierto (Maeva)
"Creo que Dios creó un cuerpo perfecto cuando nací. El hombre me lo robó, me quitó mi poder y me dejó tullida. Me robó mi feminidad......Sólo rezo por que algún día ninguna mujer tenga que experimentar este dolor....”
Decir
“ablación del clítoris” es utilizar un eufemismo y nombrar sólo
una de las diversas formas de mutilación genital femenina que se
practican en el mundo. La forma más extrema consiste en seccionar el
clítoris, los labios menores y parte de los labios mayores y coser
la herida cerrando toda la vulva y dejando una única y diminuta
apertura. Hasta la más pequeña ablación es una mutilación.
“Lo
siguiente que percibí fue cómo que cortaban la carne, los
genitales. Sentí la hoja embotada atravesar mi piel, de arriba a
abajo, serrándola. Sinceramente, cuando pienso en ello , me cuesta
creer que me ocurrió a mí. Tengo la sensación de estar hablando de
otra persona. No existen palabras para describir lo que se
siente.....Me habían atado las piernas desde los tobillos hasta las
caderas con trozos de tela de modo que no pudiera moverme.....
Simplemente permanecí tumbada en el duro suelo....sintiendo un dolor
paralizante, sin importarme si vivía o moría.”
Así
describe Waris Dirie la mutilación que sufrió con aproximadamente cinco años de edad. En su cultura, los órganos genitales femeninos son
considerados impuros y una mujer que no se los “arregle” es
rechazada por sucia y pecaminosa.
“Cuando
me quitaron las ataduras pude mirarme por primera vez. Descubrí un
trozo de piel totalmente lisa, excepto por una cicatriz en medio,
como una cremallera, y esa cremallera estaba definitivamente cerrada.
Mis genitales se hallaban sellados, como un muro de piedra que ningún
hombre podría penetrar hasta la noche de mi boda, cuando mi marido
me rajaría con un cuchillo o me penetraría a la fuerza.”
Matrimonios
forzosos y mutilación genital femenina van a menudo de la mano en
comunidades en las que las niñas son tratadas como una mercancía
más que, para estar en condiciones de ser intercambiada (por unos
cuantos camellos en el caso de Waris), deben estar mutiladas como
prueba de virginidad y pureza.
El
relato de Waris Dirie comienza con ella escapando a pie por el
desierto para evitar que la casen, a sus doce o trece años, con un hombre
mayor que ella ni siquiera conoce. Nos cuenta cómo se crió en el
desierto en una familia de pastores nómadas somalíes y cómo
decidió huir cuando supo que su padre había concertado ese
matrimonio para ella.
Tras
un tiempo trabajando como criada en Mogadiscio, viaja a Londres. Allí
sobrevivirá con empleos precarios de niñera y limpiadora hasta que un
fotógrafo le ofrece posar para él y la pone en contacto con una
agencia de publicidad. Comienza a conseguir contratos como modelo y
su situación económica mejora notablemente.
Pero
la mutilación a la que fue sometida de niña sigue teniendo
terribles consecuencias. Cada mes, durante los días en que tiene la
regla, sufre dolores indescriptibles que a veces le hacen desmayarse
y a diario experimenta enormes dificultades para orinar.
Después
de muchas dudas, reúne el valor suficiente para someterse a una operación de reconstrucción de sus genitales
con la que se libra de los atroces dolores y recupera la posibilidad
de tener relaciones sexuales. Sin embargo, como ella misma explica, nunca
volverá a tener una sensibilidad normal.
Toma la determinación de utilizar su fama para luchar contra la mutilación y
divulgar información veraz sobre esta práctica: no es una práctica
ligada a ninguna religión ni a ningún país concreto; miles de niñas
mueren cada año como consecuencia de hemorragias o infecciones provocadas por la mutilación; las mujeres mutiladas sufren dolores de por vida, problemas ginecológicos e infecciones urinarias y
grandes complicaciones durante el embarazo y el parto que, en
ocasiones, terminan en muerte o daños irreversibles para la madre o
el bebé.
Waris
Dirie no culpa ni a la religión ni a sus padres a los que considera
víctimas de la ignorancia y el machismo.
“Las
guerras tribales, como la mutilación genital femenina, son producto
del ego, de la mezquindad y de la agresividad de los hombres. Siento
decirlo, pero es cierto. Ambas cosas tienen su raíz en la obsesión
de los hombres por su territorio -sus posesiones- y las mujeres
entran en esta categoría, tanto cultural como legalmente.”
Flor
del desierto es el relato fascinante de la niña somalí que llegó a
triunfar como modelo en Europa y de la mujer que logró rebelarse contra su destino y luchar
en favor de la dignidad de todas las mujeres.
“Puesto
que las mujeres forman la columna vertebral de África, y realizan
casi todo el trabajo, me gusta imaginar cuánto podrían lograr si no
las mutilaran de niñas..."
Waris
Dirie es una modelo, escritora y activista en favor de los derechos de las
mujeres. Fue embajadora de la ONU entre 1997 y 2003. En 2002 creó la
Waris
Dirie Foundation
dedicada a promover proyectos de lucha contra la mutilación genital
femenina. También formó parte de la creación de la PPR
Foundation for women`s dignity and rights.
No la primera, pero una de las primeras biografías de mujeres que leí, hace ya bastante tiempo, y a partir de ahí decidí que tenía que leer muchas más historias sobre mujeres. Es increíble cómo narra su experiencia...
ResponderEliminarGracias Julia por traerlo al recuerdo, porque este testimonio no puede pasar de moda, no puede quedar en el olvido, ya que actualmente se sigue practicando la ablación en muchísimos lugares de África e incluso en Europa... Y gracias a Waris por usar su fama para que la sociedad sepa lo que ocurre, el terror que viven muchas niñas del continente africano. Lectura recomendada 100 %, conocer lo que ocurre es el principio de la lucha para erradicarla.
Gracias a ti, Cristina, por estar siempre atenta y difundir el mensaje. Un abrazo!
Eliminar